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6.12.20

Evolución

Pese a la relevancia que hemos destacado que tiene la salud mental, dado a que esta se ve implicada en múltiples aspectos imprescindibles para llevar una vida plenamente saludable, la definición de salud vigente hasta 1946 fue la siguiente:

Salud= ausencia de enfermedades o invalidades. Podemos comprobar que en ella no se hace ningún tipo de alusión a la esfera social y mental del ser humano. 

En 1946 la OMS establece que la salud es el completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.

También, es probable que no exista otro ámbito de la salud cuyos usuarios y usuarias hayan sido objeto de tal maltrato y vejaciones. En la Edad Media a las personas con un trastorno mental se las trataba como poseídas por espíritus diabólicos, especialmente por parte de la iglesia católica, que consideraba los síntomas como algo relacionado con la brujería. Por lo tanto, el tratamiento pasaba por la tortura o la hoguera para liberar el alma del demonio.


Pero no hace falta remontarnos tan lejos. En la Europa del siglo XIX proliferaron los manicomios, una especie de cárceles en las cuales la tortura fue disfrazada en forma de curación. Por ejemplo, en el hospital de Charenton de París hay registros de “tratamientos” en los cuales a las personas se las mantenía atadas, se les sumergía la cabeza en una bañera, se les aplicaban chorros de agua fría o se las golpeaba. Según ellos, para apartar las ideas fijas e ilusiones que pudieran albergar.

Ni siquiera en el siglo pasado, con los avances de la medicina y el desarrollo de los tratamientos psiquiátricos, la situación fue mejor. Durante la 2ª Guerra Mundial gran cantidad de personas con trastornos mentales fueron esterilizadas y ejecutadas en nombre de una supuesta pureza racial y pese a los horrores descubiertos tras su finalización no fue posible cambiar esta tendencia. 


En el año 1949 le fue concedido al Dr. Egas Moniz, el Premio Nobel de Medicina por “su descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía en la psicosis”. La lobotomía es un “tratamiento” que consiste en cercenarle un trozo del cerebro (la corteza prefrontal) a la persona. Este experimento se basó en una única observación de un caso que ni siquiera era humano, sino un chimpancé. 
Unas 50.000 personas fueron lobotomizadas, con poco o ningún seguimiento posterior para conocer las consecuencias de la intervención. En 1967, este “tratamiento” dejó de ser legal.

Paralelamente, entre los años 1957 a 1964, la CIA llevó a cabo un proyecto denominado MK-ULTRA, dirigido por Donald Ewen Cameron. MK-Ultra pretendía, entre otras cosas, encontrar métodos para controlar la mente. Con esta idea se desarrolló la Conducción Psíquica, una teoría según la cual era posible la corrección de la locura, borrando la memoria existente y reconstruyendo la psique por completo. Algunos de los experimentos realizados con este fin, aplicados a personas sin su consentimiento, fueron la radiación, los psicodélicos, la inyección simultánea de barbitúricos y anfetaminas y las descargas eléctricas al cerebro. La Conducción Psíquica nunca funcionó, pero como secuela dejó un número incierto de personas con daño cerebral severo.


En la actualidad las personas con trastornos mentales continúan siendo sujetos de estigmas y, por tanto, en su vida cotidiana se enfrentan a una doble dificultad. Por un lado, experimentan los síntomas propios de su trastorno, y por otro lado, deben hacer frente a los efectos del estigma social asociado a dicho problema, lo que generalmente conlleva la propia interiorización del mismo (autoestigma).

Paradójicamente, los inconvenientes derivados de su trastorno son, generalmente episódicos y tratables con una adecuada atención sanitaria combinada con programas de rehabilitación psicosocial; mientras que, los conflictos que resultan del estigma social son más permanentes y complejos, por lo que las intervenciones para erradicarlos son más complicadas. Ambos fenómenos tienen importantes consecuencias en su calidad de vida y su proceso de integración social. El principal estereotipo asociado con los problemas de salud mental tiene que ver con la violencia y/o la agresividad, pese a que no existan estudios que lo confirmen. 



Además diversos intereses económicos farmaceúticos ejercen presión logrando así que antidepresivos y tranquilizantes se encuentren en la clase de medicamentos más vendidos. Un ejemplo de esta presión lo tenemos en la nueva herramienta de diagnóstico: el DSM-V. Se trata de un manual según el cual ser excéntrico, estar triste por la muerte de un familiar o ser un niño respondón son trastornos mentales que necesitan medicación. Si la sobremedicación ya es un problema en el ámbito de la salud mental, imponer este manual sería como proponer medicar a toda la población. 

El desconocimiento en este campo unido a la prevalencia de este tipo de patologías, que se incrementa a la par que lo hace la esperanza de vida convierte en una prioridad el fomentar la investigación para lograr un diagnóstico y tratamiento adecuados, además de derribar todos los estereotipos que lo rodean.

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